Bush asegura a Maliki que permanecerá en Irak «hasta que el trabajo se haya completado». ¿Cual es ese trabajo?
Olvidemos por un momento que «el trabajo» de la guerra hace falta para perpetuar el lucro de las fábricas de armamentos. Sin ellas, particularmente los EEUU, que son los máximos impulsores de la devastación, podrían sufrir un cataclismo económico, por el soporte que significa la producción de maquinaria de combate en su economía. Aceptemos, ingenuamente, la versión oficial del motivo del «trabajo»: librar al mundo de un tirano, llevar la democracia a Irak y lograr una oleada de democracia para toda la región.
En Octubre murieron 3.700 civiles en Irak. Según un estudio aparecido en la prestigiosa revista médica The Lancet, desde el inicio de la invasión habrían muerto 675.000 personas, que no hubieran muerto si la invasión no se hubiera producido. Hay discusiones acerca de la validez de este estudio, pero ¿qué importa si son las 30.000 de Bush, las 50.000 de Irak Body Count o las 675.000 del estudio que apareció en The Lancet?
La mayoría de los muertos obviamente no son soldados, ni son victimas directas de la guerra. Estos muertos no son producto de la guerra entre civilizaciones (el cristianismo contra el islam) como tampoco lo han sido los muertos de los genocidios de los últimos años: Rwanda, Congo o Timor Occidental. Los millones de personas muertas no provienen de civilizaciones enfrentadas, las muertes son producto de la violencia sectaria de grupos etnicos vecinos. Sólo en caso de Bosnia puede hablarse de cristianos por un lado y musulmanes por otro, aunque no deja de ser un conflicto dentro de una civilización, los bosnios de diferente religión eran amigos, familiares, vecinos hasta la reavivación de un conflicto de siglos antes.
Esto nos muestra en qué medida Europa, EEUU y la misma ONU, no entienden los conflictos internos de los países. Nos muestra que no saben como intervenir para detenerlos, tal como sucedió en Bosnia o Rwanda, y que a veces desatan indirectamente los conflictos con sus intervenciones como en el caso de Irak o incluso los patrocinan como en el caso de EEUU con Timor. El patrocinio de estados terroristas en Latinoamérica, causando cientos de miles de muertes durante los años ´70 y ´80, es, otro tipo de cuestión, aunque igualmente condenable, ya que no tiene la característica de conflicto civil (aunque muchos dictadores justamente insistieran en que sí se trataba de una especie de guerra civil).
Los conflictos étnicos parecen no acabar nunca, se detienen durante un tiempo (la Yugoslavia de Tito, el Irak de Saddam) y luego reaparecen. Despues de la barbarie proyectada e instrumentalizada de los campos de exterminio nazis, después de los Gulags y de Dresden, sabemos que la barbarie está en todas las civilizaciones. Lo sabemos desde antes de la subida del fascismo, Walter Benjamin escribió en sus Tesis sobre el concepto de Historia:
No hay ningún documento de la civilización que no sea al mismo tiempo documento de la barbarie. Y, como tal documento no está tampoco libre de la barbarie, ésta corrompe el modo mediante el cuál es transmitido de un poseedor a otro.
No aprendemos. Ni las más terribles dósis de tragedia nos enseñan: no aprendimos de Auschwitz y nos escandalizamos cuando nos enteramos acerca de Srebrenica. Los nazis de Auschwitz necesitaban pensar que no mataban humanos, sino que mataban ratas. Para matar de esa manera instrumentada es necesario llevar a cabo un proceso de deshumanización de las víctimas. En Irak las victimas de la violencia no deben ser humanas, necesariamente deben ser shiítas (o sunnitas).
Para terminar este post, les propongo esta reflexión de Martín Buber:
En todos los estratos sociales se confirman unos a otros los hombres en sus propiedades y capacidades humanas, y se puede calificar de humana a una sociedad en la medida en que sus miembros se confirman recíprocamente. La base de la convivencia humana es doble y, sin embargo, una sola: el deseo de todos los hombres de que los otros les confirmen como lo que son o incluso como lo que pueden llegarar a ser, y la capacidad innata de los hombres para confirmar de ese modo a sus semejantes. El hecho de que esta capacidad esté yerma en tan gran proporción constituye la verdadera debilidad y lo cuestionable de la raza humana. La verdadera humanidad sólo se da allí donde esta capacidad se desarrolla.