El futbolista alemán Lukas Podolski, nacido en Polonia, marcó los dos goles que el otro día le dieron la victoria a Alemania frente Polonia durante la primera ronda de la Eurocopa 2008. Hizo los golés pero no los festejó.
Ayer, Hakan Yakin, un suizo con padres turcos, recibió un pase de otro suizo de ascendencia turca, Eren Derdiyok, y le metió un gol a Turquía. Yakin tampoco festejó el gol (Turquía terminó ganando el partido, pero esa es otra historia).
Tal vez sea imposible adoptar una nacionalidad hasta el tuétano. Si Yakin se llamara Bertoli, y sus padres hubieran nacido cerca del lago de Lugano en vez de en Turquía, Yakin hubiera festejado como un loco.
Yakin, que ahora se llamaría Luigi Bertoli, no hubiera pensado en que sus tíos y sus primos se pondrían tristes por la derrota, porque sus primos, que ya no se llamarían Mehmet, Ozlem o Nazim sino Carlo, Luca o Gina, también habrían festejado junto a él.
La poetisa chilena Gabriela Mistral escribió:
La patria es la infancia, el cielo, el suelo y la atmósfera de la infancia. […] La patria es el paisaje de la infancia y quédese lo demás como mistificación política.
La infancia de Yakin, intuyo, debe haber transcurrido en un barrio de edificios de vivienda social, habitado mayoritariamente por turcos y adornado, sobre todo, con antenas parabólicas, donde buenos días se dice Günaydın y no Guten Morgen.
La patria es la infancia. Cada día más cierto.