No descubro nada si digo que la tecnología es hoy el principal motor de la innovación. Vivimos en una sociedad tecnológica y la tecnología juega un papel esencial en la conformación de nuestra cultura.
Sin embargo podemos decir, con John Thackara, que “ya no está claro que pregunta está siendo respondida con todas estas nuevas tecnologías, ni qué valor aportan a nuestras vidas”.
La tecnología sirve para servir a la gente, no al revés.
Todos los sectores económicos han vivido un fenómeno donde se pasó de la competencia basada en precio a la competencia basada en conocimiento. Se paso del hacer las cosas más baratas a hacer las cosas mejor, en segunda instancia, el cambio pasa por no solo hacer las cosas mejor, sino por hacer mejores cosas.
El diseño ha acompañado esta evolución y encaja en esta tendencia. El primer cambio se da cuando el foco del diseño pasa del artefacto como fin último de un proyecto a la interacción entre el usuario y el artefacto. El segundo gran cambio se da cuando el foco principal ya no está en la interacción misma, sino fundamentalmente en la experiencia de las personas al interactuar con estos productos.
En este nuevo paradigma el rol de las personas cambia. Las personas ya no son vistas sólo como clientes o meros consumidores, tampoco son únicamente usuarios sino que son co-creadores de su propia experiencia.
El rol de las personas cambia y el rol de los diseñadores también, en la misma medida que el mundo y sus sistemas tecnológicos y sociales se vuelven más y más complejos. El enfoque tradicional del diseñador como un iluminado, dueño de un proyecto monolítico, ejecutado desde arriba hacia abajo se desdibuja en la mayoría de los casos.
El diseñador se vuelve un catalizador. Es un agente de cambio, alguien que actúa como facilitador en proyectos donde la definición de los sistemas es llevada a cabo de modo colaborativo entre las personas, las empresas e instituciones que financian o encargan los proyectos, los diseñadores y otros expertos.
Este nuevo paradigma del diseño requiere una visión ética que John Thackara denomina Design Mindfulness:
Esta conciencia implica, entre otras cosas:
- Pensar en las consecuencias del diseño antes de tomar decisiones, prestando atención a los sistemas culturales, naturales e industriales que definen el contexto de nuestras acciones.
- Considerar los flujos de materiales y energía en el diseño de nuestros sistemas.
- Dar prioridad a las necesidades de las personas y no tratar a los seres humanos como meros factores.
- Ofrecer valor a la gente, no ofrecer la gente a los sistemas.
- Poner el foco del diseño en los servicios, no en las cosas y evitar inundar el planeta con artefactos sin sentido.
Los manifiestos del diseño, y la historia del diseño nos lo demuestra, no alcanzan para llevar las ideas a la práctica. Pero esta visión de flujo y servicio, de sostenibilidad medioambiental y social, de humanidad, no es sólo una formulación de buenas intenciones, es un imperativo de supervivencia.
No se como será la transición de un mundo donde el crecimiento y el consumo material son una condición normal, fomentada y deseable, a una sociedad que cambie de valores. No se si este cambio se dará. Pero sí puedo preveer que de darse, el diseño, por su inherente capacidad de prefiguración, jugará un papel importante como factor de cambio. El diseño puede ayudar a metadiseñar este cambio. Un diseñador es optimista por naturaleza, por eso estoy convencido de que tarde o temprano el cambio se dará.
Para esto el diseño necesita cultivar nuevas relaciones fuera de los entornos conocidos y aprender nuevas maneras de ejecutar proyectos, con metodologías y técnicas que permitan el diálogo colaborativo entre aquellos que diseñan artefactos, entornos y servicios y la gente que las usa. El objetivo es que la gente los use, no que los padezca. El diseño sirve para servir a la gente.
Cada vez más diseñadores aprenden a reorientar su mirada, poniendo a la gente y su experiencia en el centro de su atención. Si bien los diseñadores no podemos controlar de manera directa la experiencia subjetiva de las personas, sí que podemos influir sobre ella por medio de las expresiones del diseño, la forma y la función de los productos o entornos que diseñamos.
Diseñar servicios públicos
Diseñar servicios con y para la gente significa adoptar nuevas metodologías y maneras para fomentar la participación ciudadana. Significa ir más allá de la consulta popular o la realización de encuestas. Significa que los ciudadanos deben participar de manera activa en la concepción y el desarrollo de los servicios públicos.
[…] consultation of users will be recommended and talked about, but might fail to be carried out in a way that satisfies those involved or produces useful information to feed into the planning process.
School Building Programmes
Este es el gran problema de la «participación ciudadana».
[…] it is the extent to which, and the ways in which, school users are engaged in the school design process that determines the success or failure of the resulting design.
The Impact of School Environments
El co-diseño con las personas implica un proceso colaborativo, y no sólo consultacional, en el cual las personas participan de manera activa y ocupan el lugar central. De esta manera la gente es corresponsable del proceso y comparte la propiedad de la autoría del resultado.
El Diseño no es propiedad de los diseñadores. Las técnicas y metodologías del diseño se han extendido, frecuentemente sin que se reconozca su procedencia, y son un aporte de la profesión del diseño a la sociedad en general.
Resulta evidente que muchas de técnicas de diseño ya se están usando en organismos públicos para el diseño de servicios. Sin embargo, existe poca estructura en estas actividades informales de diseño. Aún más en el diseño de servicios.
Según Ezio Manzini, estas actividades informales son “actividades de diseño implícitas”. El problema de este diseño implícito es que, si bien su resultado pueden ser bueno, no tiene capacidad de consolidar experiencias y formalizar el conocimiento para orientarlo a la repetición. Por su misma naturaleza informal, es difícil que pueda exteriorizarse para generar modelos, herramientas y metodologías que puedan divulgarse.
Por otro lado, lamentablemente, cuando los organismos públicos buscan proveedores externos para desarrollar nuevos servicios, tradicionalmente piensan en consultoras especializadas en organización y raramente en el aporte que puede venir desde la profesión del diseño.
La disciplina del diseño de servicios puede ofrecer una visión para la transformación de los servicios públicos y también una hoja de ruta de cómo llegar al destino.
El diseño ofrece metodologías para amplificar e instrumentalizar la voz de la gente de manera operativa y concreta. Aprovechémoslas.