Walter Benjamin comienza su ensayo La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica con una impresionante cita de Paul Valéry, que ilumina el debate sobre la entonces nueva naturaleza de la creación artística:
En un tiempo muy distinto del nuestro, y por hombres cuyo poder de acción sobre las cosas era insignificante comparado con el que nosotros poseemos, fueron instituidas nuestras Bellas Artes y fijados sus tipos y usos. Pero el acrecentamiento sorprendente de nuestros medios, la flexibilidad y la precisión que éstos alcanzan, las ideas y costumbres que introducen, nos aseguran respecto de cambios próximos y profundos en la antigua industria de lo Bello. En todas las artes hay una parte física que no puede ser tratada como antaño, que no puede sustraerse a la acometividad del conocimiento y la fuerza modernos. Ni la materia, ni el espacio, ni el tiempo son, desde hace veinte años, lo que han venido siendo desde siempre. Es preciso contar con que novedades tan grandes transformen toda la técnica de las artes y operen por tanto sobre la inventiva, llegando quizás hasta a modificar de una manera maravillosa la noción misma del arte.
Paul Valéry, Pièces sur L’Art, 1931
Le Conquete de l’ubiquite
Paul Valéry señalaba, hace ya 80 años, la necesidad de un cambio de paradigma debido a la aparición de nuevas tecnologías de reproducción que han emancipado, en palabras de Benjamin, a la obra artística de su existencia parasitaria en un ritual, un ritual ligado a la atracción irresistible que provoca una obra de arte original.
En mi lectura (sobre todo en el marco del ensayo de Benjamin) Valéry preve un nuevo sistema para las artes, donde las tecnologías de distribución y reproducción afectan la actividad creativa en si misma. Valéry ha demostrado tener razón en aquello de el poder de acción (de las personas de otro tiempo) sobre las cosas era insignificante comparado con el que nosotros poseemos, las novedades tecnológicas han cambiado de raíz la actividad creadora y la inventiva humana. El discurso de Valéry es estético, y por eso me resulta especialmente interesante. Quien quiera un discurso político acerca de la reproductibilidad técnica, puede leer el monumental ensayo de Benjamin.
La cultura ya no son sólo las artes, ni en su concepción del siglo XVII ni en su concepción actual. La cultura no es sólo la opera o las esculturas de Chillida. Las industrias culturales y el entretenimiento también son cultura. Incluso Alejandro Sanz es cultura y Ramoncín también lo es. Pero la cultura es más que eso y las industrias culturales no son la cultura.
La cultura también es mi hija haciendo una animación casera donde Bob Esponja persigue a Justin Bieber mientras canta una canción de Lady Gaga. Pero hoy por hoy las restricciones de copyright hacen que realizar este video casero sea imposible sin infringir derechos de autor. Las leyes vigentes de protección de la propiedad intelectual atentan contra la creatividad de todos, limitando la ubicuidad de sus fuentes y con ello amenazando la evolución de la cultura.
Hoy puede afirmarse que la parte física sigue siendo tratada como antaño, y aún más, las leyes de propiedad intelectual, creadas para proteger a autores luego del surgimiento de la era de la reproductibilidad técnica, ahogan la cultura humana y su evolución. El cambio de paradigma que modifica la noción misma del arte (¿un cambio hacia un paradigma de cultura libre?) está siendo frenado por leyes que regulan la reproducción de obras artísticas incluso desde antes del cambio tecnológico señalado por Valéry.
Este anacronismo debe resolverse de modo que las leyes que regulan las industrias culturales repercutan en el bien de la sociedad y no solo en los poderes económicos cuyo interés principal está en la acumulación de capital y no en el avance de la cultura humana.