- Estoy harto del diseño de autor.
- Estoy cansado de los diseñadores/artistas.
- Siento saña hacia el styling, chabacano, como Isabel Preysler.
- Odio los libros de diseño llenos de fotos, meras recopilaciones de objetos aislados, descontextualizados, que nos eximen de cualquier esfuerzo intelectual. La sobrevaloración de la dimensión estética y simbólica de los objetos y la infravaloración de los factores socioeconómicos, técnológicos y funcionales nos lleva a esta triste situación. Solo cuenta lo fotogénico y el estilo. Quiero llorar.
- Experimento aversión hacia gran parte de las revistas de diseño. Eye Magazine es una excepción, pero es cara.
- Estoy harto de la originalidad no aplicada (a la solución inteligente de problemas).
- Me entristece que al oir la palabra diseñador, la mayoría de la gente piense en Armani, en Martí Guixé, o peor, en Agatha Ruiz de la Prada.
- Siento aversión hacia las tiendas “de diseño” y todas las tonterías que se venden en ellas. Esas abyectas futilidades materializadas de Alessi, de coloritos, de material de chicle pero sin la honestidad de la noble goma. Utiles inútiles.
- Desprecio la expresión “de diseño”. Profundamente.
- No crean que soy un taliban usabilista, intransigente, utilitarista, funcionalista. No lo soy, pero tampoco soy idiota y me resisto a abandonar mi capacidad de pensar. Creo que detesto el diseño.
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