En el blog de Ladis Girona, leo un impresionante fragmento de Edmund Burke acerca de la especialización profesional.
No puedo dejar de observar que cuando los hombres están demasiado especializados, se concentran excesivamente en sus hábitos profesionales y, por así decirlo, echan raíces de modo empedernido en ese pequeño círculo suyo, resultan estar más incapacitados que dotados para toda función que precise tener un conocimiento del género humano, o experiencia en cuestiones complejas, o una visión comprehensiva de los varios y complicados intereses, tanto externos como internos, que siempre van ajenos a la formación de esa cosa pluriforme que llamamos Estado.
Reflexiones sobre la Revolución Francesa, Alianza pag,83-84. Edmund Burke
Muchos profesionales del diseño (los tipógrafos son especialmente vulnerables) padecen esta dolencia, se juntan en sus selectos encuentros para iniciados con el único e insignificante objetivo de leer sus escritos sagrados y adorar a sus dioses, para luego dedicarse a sus ritos de intercambio sus figuritas y cromos, tal como hacen los niños cada domingo frente al Mercat de Sant Antoni.
Esta conducta seguramente se da en todas la profesiones, la hiperespecialización lleva al desarrollo de discursos que sólo pueden entenderse y tomarse como legítimos sólo dentro de la propia disciplina y a una visión donde la profesión es el centro del universo.
21/05/2007 a las 16:04 |
Recuerdo que en un artículo publicado en Wired sobre los muy comunes casos de hijos de computólogos que nacían con un grado moderado de autismo…El estudio que presentaban fue desarrollado en San José, CA.