Hace un par de días que llueve en Barcelona.
– ¿Me cambiás tu paraguas azul por el mío? Me pregunto Selva, mi hija de 13 años.
– Ni loco. Le contesté.
– Dale pa, es que el mío es amarillo y no quiero ir por ahí con un paraguas amarillo.
– Ni loco, tu paraguas es de esos chinos, el mío es uno plegable de los buenos, es holandés. Le repliqué.
– ¡El mío también! Dijo casi indignada.
– De acuerdo, entonces sí.
Y nos intercambiamos los paraguas.

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