En 1965, Tomás Maldonado escribía un ensayo titulado Nosotros y el mundo de las mercancías.
En él hacía referencia al enorme despegue vivido en la Alemania de post-guerra a partir de 1955, donde se instauró la sociedad del bienestar, de la que todos somos, en palabras de Maldonado, más o menos beneficiarios, cómplices o víctimas. También admitía, apesadumbrado, que “los diseñadores no hemos sido capaces de evitar que nuestros esfuerzos de reconstrucción no resultaran otra cosa que la prosecución de la destrucción por otros medios”.
La parte final de este ensayo es demoledora por lo actual y por el efecto de desazón que provoca en la conciencia profesional:
Los buenos proyectos, aunque sean coherentes con los buenos propósitos, no bastan para asegurar una efectiva incidencia sobre la realidad. Uno de los resultados evidentes es que nuestras posibilidades de acceder a los centros de decisión del mundo productivo no nos han asegurado la influencia benéfica que deseabamos en el mundo de las mercancías.
A muchos de nosotros se nos ha ofrecido la posibilidad de acceder, como proyectistas, a los centros de decisión, pero esto nos ha servido de poco, o de nada, para impedir que el mundo de las mercancías continuara siendo un amasijo desordenado de objetos, una acumulación inconexa de entes aislados. Más bien ha sucedido lo contrario. A menudo, nuestra actividad ha servido, a pesar nuestro, más para acrecentar que para mitigar una tal anarquía. Creíamos que los productos “bien diseñados” podían bastar, por sí solos, para aviar un orden -un orden contagioso- en medio del desorden inenarrable del mercado capitalista. Nos engañabamos.
Nuestros productos, contrariamente a lo que imaginábamos, se revelaban eficientísimos agentes de proliferación: introducían en el mercado, de hecho, nuevos arquetipos sin sustituir los ya existentes. De pronto, descubriamos los vicios ocultos de los productos “bien diseñados”, y también de la filosofía que les había servido de fundamento. De pronto, constatábamos, no sin embarazo, que nuestra actividad como proyectistas controbuía a la devoción irracional por las mercancías, cuando nuestro designio originario había sido muy otro: conferir estructura y contenido al entorno humano.
Tomás Maldonado
Vanguardia y racionalidad. Artículos, ensayos y otros escritos (1946-1974)
Editorial Gustavo Gili 1977Nota: he formateado el texto original en 3 párrafos para facilitar la lectura on-line, el texto impreso original consta de un solo párrafo.
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