Suele afirmarse que la universidad española está disociada del mundo real. Por lo que yo se, esta apreciación es correcta.
Para dar solución a esta desventajosa situación, las universidades buscan, cada vez con mayor frecuencia, involucrar a profesionales del mundo real. En general los profesionales imparten clases magistrales o se ocupan de asignaturas que simulan un proyecto.
Simplificando, se puede decir que la universidad los llama para que repliquen un situación real en un entorno artificioso. Las universidades buscan simular lo habitual, lo normal, lo aburrido, lo corriente. Buscan exponer a los estudiantes a la rutina de lo frecuente, para que la primera confrontación con el “mundo real” se de en un entorno de aprendizaje, que por definición es más seguro.
Sin embargo, especialmente en las disciplinas creativas, los profesionales a menudo aprovechan esta situación de proyecto artificial en la universidad para hacer algo “diferente” de lo que hacen cotidianamente. (Yo también lo he hecho.)
La experiencia pedágogica es tomada como un oasis mental, como un espacio libre de experimentación profesional, como una salida de lo cotidiano y de lo rutinario. Esto es comprensible, pero provoca un desencaje.
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