
Aproveché las minivacaciones de fin de año para leer “La mecanización toma el mando”, un clásico de la teoría y la historia del diseño, escrito por Sigfried Giedion en 1948. Aquí van mis impresiones acerca del libro.
Al principio me sorprendió que Giedion dedicase tantas páginas en el inicio de su libro a la representación del movimiento, pero luego entendí aquello que, creo, se proponía mostrar. “La realidad nunca puede ser enfocada directamente. La realidad es demasiado vasta y los medios directos fallan.” dice en los comentarios iniciales de la primera parte. La historia de la representación del movimiento se vuelve, entonces, la historia de la comprensión del movimiento, de la manera de abarcar la realidad para comprenderla y dominarla. Para representar se necesita primero comprender y después explicar, si estudiamos cómo se representaban las cosas en el pasado, entenderemos también cómo se comprendían las cosas.
Giedion, se propone hacer una historia anónima, de sucesos cotidianos, que nunca pueden ser vistos como insignificantes. Sin embargo comienza con el tema del movimiento, que sin duda es uno de los grandes temas, que ocupó y sigue ocupando a filósofos y científicos (teoría del caos en matemática por ejemplo). El movimiento fue motivo de varias censuras y procesos a Galileo; el movimiento, la causa copernicana, fue el leitmotiv de la lucha, no sólo entre un científico y la iglesia sino entre la razón y el dogma, entre la socialización del conocimiento y la jerarquía eclesiástica. Creo que este inicio también tiene mucho de alegoría.
Me resultó especialmente interesante el comentario acerca de las razones por las cuales los antiguos no se interesaban por la mecanización. En su tiempo, los romanos podrían haber dado mayor velocidad a los vehículos o incluso haber inventado el molino, ya en la era romana se conocían los principios y medios utilizados por Evans, el inventor del molino de harina, en 1783. Giedion explica esta falta de interés de los romanos diciendo que la actividad inventiva estaba enfocada a lo milagroso y no a la producción. Esto da a entender que una cultura tiene límites en cuanto a las capacidades de imaginación de uso para un artefacto, límites que están definidos por los valores y creencias de la cultura donde estos existen. De esto se desprende que la aplicación de la mecanización se inscibe dentro de un marco cultural.
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